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Matías y Lucas, dos jóvenes unidos para siempre por el corazón y con un mensaje para multiplicar

Matías Ángel es de Comodoro Rivadavia, tiene 13 años y fue sometido a un trasplante de corazón donado por Lucas, un joven entrerriano que murió en un accidente. Hoy en plena recuperación, su familia reconoce la necesidad de cambiar la mirada. Y sueñan con viajar a conocer a la familia del donante.

Un solo hecho puede alterarlo todo. La familia Ángel, del barrio Máximo Abásolo de Comodoro Rivadavia, atravesó un difícil proceso que los unió y les hizo cambiar la mirada de temas sensibles.

Matías Ariel cumplirá 14 años y con un corazón nuevo, podrá festejar junto a sus seres queridos. Y una foto unificada, con Lucas –su “salvador”- parece resumir lo mejor de esta historia de la salud y sus milagros.

“No parece trasplantado, es un chico normal”, cuenta Verónica Muñoz, su mamá quien recordó el repentino trance que debió afrontar en menos de un mes. “En junio se desmayó, lo llevé al Hospital Regional y me dijeron que lo hacía para llamar la atención.

En octubre se desmayó en la Escuela y decían que podía tener diabetes. En noviembre volvió a desmayarse en mi cumpleaños.

Llegó a terapia y nos dijeron que había que viajar lo más pronto posible a Buenos Aires”. El diagnóstico de una cardiopatía hizo necesario un trasplante de corazón. “Teníamos tiempo a favor pero nos recomendaron no viajar a Comodoro porque era largo el trayecto”.

Matías desmejoró: en terapia intensiva fue asistido con respirador y pulmón artificial; sedado casi hasta la llegada del órgano. “Mi hijo se moría, si se descompensaba hubiera ocurrido como un muerte súbita.

Era sano, cuando empezó el secundario se hizo los exámenes. Jugaba al futbol en Club San Martín y partidos con sus amigos. E iba muy bien en la Escuela (pasó a segundo años en la 738). Le gusta el reggaetón; la bachata y jugar a la play”.

Hasta que se cumpla un año del trasplante debe someterse periódicamente a estudios en la Fundación Favaloro donde pasó doce horas en el quirófano el día en el que “volvió a nacer”. Cada veinte días, una biopsia determina si su cuerpo rechaza el nuevo órgano. “No se toma conciencia hasta que le pasa a uno.

Mi hija, mi marido y yo ahora somos donantes. Vivir la desesperación de no saber si traés a tu hijo con vida y la espera por un donante te hacen cambiar mucho de opinión”.

También cambiaron los hábitos de la familia (padres; cuatro hijos, un yerno y un nieto) ya que Matías requiere cuidados especiales. Tomaba 22 pastillas por día y ahora toma 17.

“Es loco por los asados y ya no puede comer ni un chorizo ni verduras, excepto que estén muy limpias y cocidas al vapor. No puede estar en lugares con tierra o humedad. Tampoco estar con personas engripadas”.

Verónica sostiene la economía con rifas y ventas de comida para recaudar a los gastos de cada viaje a Capital. “El hotel y los pasajes me los da la obra social pero mi hijo no puede andar en subte o colectivo.

En promedio nos quedamos casi un mes haciendo controles. Tendrá que hacerse biopsias de por vida”.

Lamenta no poder contar con medios para facilitarle a Matías su recuperación, ni tampoco con una vivienda adecuada. “Las posibilidades de recuperarse son muchas, cumplimos con el tratamiento pero no tenemos una casa digna.

Estoy inscripta en el IPV desde hace quince años y mi hijo la necesita. En donde estamos, no hay acceso a una ambulancia si él llegara a descompensarse”.

Su donante, Lucas, tenía 18 y falleció en Concordia, tras un accidente en moto. Su familia decidió prolongar su vida en otros y ese gesto, entre el dolor y el amor salvó a un adolescente en la Patagonia. “No voy a cansarme de agradecer a esa familia y a Lucas lo tenemos siempre en nuestras oraciones para que descanse en paz.

Hablamos con gran parte de la familia. Todos están pendientes y al tanto de la salud de Matías. No sé cómo acercarme a la mamá de Lucas, entiendo su dolor”.

Verónica envió a Entre Ríos una ecografía para que ellos “sientan los latidos” de su ser querido y no descarta viajar para un cara a cara. “Ojalá que este corazón nunca nos falle.

Me cuentan que el carácter y hasta los gestos de Lucas eran parecidos a Matías. Eran igual de sociables”.

“Puede ser un hijo o un nieto. Una persona allegada el que puede necesitar un trasplante no se sabe de qué. Nunca en mi vida imaginé pasar por esto y de la noche a la mañana, entendí que mi hijo podía morirse. Les pido que tomen conciencia de donar los órganos.

Sé que es un dolor inmenso cuando se va alguien querido pero si se dona se puede dar siete veces vida a otras personas”.

(Por Ismael Tebes – http://www.diariojornada.com.ar)

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