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Un paso adelante en el tiempo

LENGUAJE, HISTORIA Y DEBATE: DEL DÍA DE LA RAZA AL RESPETO POR LA DIVERSIDAD CULTURAL

El único feriado que tiene el mes de octubre en el calendario argentino se debate entre el eje conmemorativo y el anhelo del fin de semana largo. En el medio, permanecen latentes las instancias de debate que apelan a la conciencia ciudadana. En un intento de retomar el feriado para reescribir el pasado y reflexionar sobre el presente, AIM consultó al profesor de historia, y especialista en educación y derechos humanos José Carlos García Marnetto. El docente se refirió a la evolución del concepto del 12 de octubre y a los hechos históricos ocurridos desde la institución de esta fecha.

“Más de cien años han pasado desde que se instituyó esta fecha como fiesta o día de la raza, con el objetivo de celebrar la intimidad espiritual que unía a la ‘Nación descubridora y civilizadora’, y los Estados hispanoamericanos. Cuando, en 1917, Hipólito Yrigoyen declaró la fecha en cuestión ‘fiesta nacional’, aún estaba fresco el recuerdo de la masacre perpetrada durante la conquista del desierto, y se completaba ese mismo año el sometimiento de los pueblos originarios del Chaco”, explicó García.

—¿A qué se refería, por entonces, el concepto de raza?

—Teniendo en cuenta el contexto, algunos investigadores se volcaron por la acepción más racista en términos biológicos, de la palabra. Evidentemente que por entonces, el racismo y el darwinismo social eran ideas muy arraigadas en amplios sectores de la intelectualidad positivista y de la clase política argentina. Sin embargo, muchos sostienen que no era esta la línea del pensamiento yrigoyenista, y buscan entroncarla con las ideas latinoamericanistas e hispanistas (en oposición a la creciente injerencia imperialista de los Estados Unidos) de pensadores como José Enrique Rodó, Manuel Ugarte, José Martí y José Vasconcelos, expresadas en nuestro país por intelectuales como Manuel Gálvez y Ricardo Rojas, y luego por los jóvenes reformistas de 1918.

—¿Cómo entendía el concepto de raza este movimiento?

—Era un movimiento muy crítico al positivismo decimonónico, y entendía la raza no en términos biológicos sino espirituales. Vasconcelos compendiará estas  ideas, algunos años después, en su libro La raza cósmica. En él, hará referencia a la “quinta raza”, síntesis de todas las demás, originada a partir del contacto entre los pueblos ibéricos y americanos. La raza cósmica americana, según Vasconcelos, trascendía a todas las anteriores y se proyectaba hacia un futuro brillante, ya que unificaba en su seno lo mejor de cada una. La conmemoración del “día de la raza” significaba, entonces, la celebración de ese mestizaje que había dado lugar a un pueblo nuevo, vigoroso, heredero de gloriosas y diversas tradiciones culturales.

—¿Cuál era el espacio para el concepto de diversidad, si es que lo había?

—Aunque tomemos como cierta esta revalorización de la singularidad del espíritu iberoamericano, el componente profundamente violento de la invasión y la colonización europea de América, sobre todo desde la experiencia de los pueblos originarios, quedó completamente invisibilizando. Subsumida quedó también, bajo el manto (conceptual) de la raza cósmica, la enorme diversidad de América Latina.

—¿Algún gobierno reconoció concretamente los derechos de los pueblos originarios?

—No. Revalorizar el aporte indígena a la raza americana tampoco significó una traducción en términos de representación política ni de derechos. El despojo por parte del Estado a las comunidades que sobrevivieron a las sucesivas “conquistas”, no se puso en discusión bajo ningún tipo de gobierno. Durante la administración de Marcelo Torcuato del Alvear, sucesor de Hipólito Yrigoyen, se perpetró la brutal masacre de Napalpí, prolongación en los hechos de la conquista del Chaco. En 1947 será el turno de los Pilagá, víctimas de la feroz masacre de Rincón Bomba, consumada en el entonces Territorio Nacional de Formosa. La matanza de los Pilagá tuvo lugar durante el mes de octubre de 1947.

—Muy pocos saben de estas matanzas en pleno siglo XX.

—Y mientras esto sucedía, el presidente Juan Domingo Perón pronunciaba un discurso recuperando la tradición hispánica y poniendo en tela de juicio cosas como el paraíso perdido del mundo indígena, o la leyenda negra de la conquista española. Un fragmento de ese discurso es particularmente revelador de los consensos que unificaban, más allá de las diferencias, a los diferentes gobiernos y partidos: “La historia, la religión y el idioma nos sitúan en el mapa de la cultura occidental y latina, a través de su vertiente hispánica, en la que el heroísmo y la nobleza, el ascetismo y la espiritualidad, alcanzan sus más sublimes proporciones. El Día de la Raza, instituido por el Presidente Yrigoyen, perpetúa en magníficos términos el sentido de esta filiación”.

—El quinto centenario de la llamada evangelización, estuvo en boca de muchos. ¿Qué ocurrió con el 12 de octubre en ese famoso aniversario?

—En 1992, los discursos que históricamente habían interpelado muchas de estas representaciones, profundamente arraigadas en el lenguaje y el imaginario colectivo de los latinoamericanos, cobraron mucha relevancia. Nociones como descubrimiento, o encuentro, comenzaron a ser fuertemente criticadas por aquellos que abogaban por una historia que contemplara las voces de los vencidos, y que reivindicara la diversidad cultural americana y los derechos de los pueblos indígenas.

—¿Cómo se da la transición del concepto de raza al de diversidad?

—Las discusiones académicas y las luchas políticas que se intensificaron a partir de la época lograron que, en el año 2006, el Estado argentino finalmente reconociera la necesidad de resemantizar el 12 de octubre. La propuesta se oficializó mediante el decreto 1584/10, firmado por la entonces presidente Cristina Fernández de Kirchner. El texto de la norma señalaba la importancia de dotar a la fecha de un nuevo significado “acorde al valor que asigna nuestra Constitución Nacional y diversos tratados y declaraciones de derechos humanos a la diversidad étnica y cultural de todos los pueblos”. En este contexto, el cambio que se produjo entre el “Día de la raza” y el “Día del Respeto a la Diversidad Cultural”, pretendió ser más profundo que una simple variación en la denominación. Más allá del gobierno de turno, esta reforma significó una victoria de los movimientos que durante décadas lucharon por la visibilización del sufrimiento de los pueblos originarios, sus reivindicaciones, resistencias y prácticas culturales.

—¿Qué resta por hacer?

—Más allá de este logro, trascendental sin dudas, las luchas siguen el pie. Creo que un nuevo 12 de octubre nos encontró con una realidad cruda que persiste: la marginación de los pueblos originarios, tanto a nivel material como simbólico; la continuidad de las políticas de despojo, la permanencia de los discursos que legitiman la exclusión y la violación sistemáticas de los derechos consagrados de las comunidades por parte de gobiernos y corporaciones.

—Finalmente, ¿cómo avanzamos en esta reescritura permanente de la historia a través del lenguaje?

—Quizás, para lograr un cambio genuino, aún nos falte un paso, y el Día del Respeto a la Diversidad Cultural deba rebautizarse como Día de Lucha por el respeto de la Diversidad Cultural y los derechos de los Pueblos indígenas. La discusión, como siempre, continúa abierta. (aim)