El 20 de diciembre de 2001 caía Fernando De la Rúa. Lo echó el pueblo movilizado en las calles. Plaza de Mayo se transformó en un campo de batalla contra las fuerzas de seguridad. Cuarenta muertos en manos de la represión. El gobierno de la Alianza fue el primer gobierno de la historia del país elegido por el sufragio universal que fue derrocado por la acción directa de la gente. Así las cosas, este jueves un recuerdo de dolor volvió a hacerse presente en la ciudadanía. Por estas horas, el país adolece la jornada de violencia que se vivió ayer. Mientras tanto, el miércoles próximo, se cumplirán 16 años de aquel fatídico fin de año y el fantasma aún no se va.
Los días previos al 19, fueron los saqueos a los supermercados y a los comercios, protagonizados por los desocupados y los habitantes de las barriadas pobres de once provincias, incluido el Gran Buenos Aires, las primeras acciones del levantamiento popular en una situación marcada por cuatro años de recesión y un desgaste enorme del gobierno y todo el régimen político.
De la Rúa decreta el estado de sitio pero un extendido e inesperado “cacerolazo” –que ganó los barrios de la ciudad de Buenos Aires y se dirigió a la Casa Rosada– lo desafió abiertamente. El 20 de diciembre se produce lo que se llamó “la batalla de Plaza de Mayo”: jóvenes trabajadores, estudiantes y desocupados, junto a centenares de militantes hostigaron se hicieron carne del reclamo. Si De la Rúa no presentaba la renuncia, los acontecimientos se precipitaban hacia una huelga general, preludio de una insurrección generalizada.
Cuarenta muertos a manos de las fuerzas policiales fue el precio que pagó el pueblo movilizado para poder echar a un gobierno. Cuarenta muertos producto del accionar de las fuerzas que, ante situaciones de crisis, parece no tener templanza.
En ese momento, las demandas centrales fueron el pan y el trabajo y la devolución de los ahorros confiscados por el corralito financiero de Domingo Cavallo que expropió a las clases medias para salvar a la banca y cumplir con el Fondo Monetario. Por primera vez se sintió en las calles la consigna emblemática del movimiento, con que la población expresaba su repudio a la casta política: que se vayan todos.
El movimiento de diciembre constituyó un amplio bloque social que incluía a los desocupados, los pobres urbanos, la juventud plebeya y las clases medias arruinadas. La clase obrera participó diluida dentro de este conglomerado de fuerzas.
Los sectores dominantes debieron cambiar cinco presidentes en menos de un mes y Duhalde se vio obligado a abandonar anticipadamente el poder y convocar a elecciones luego de que las fuerzas de represión asesinaran a Kosteki y Santillán en el Puente Pueyrredón el 26 de junio de 2002.
Constituyó una experiencia de democracia directa y autoorganización inédita en el país. Se podría decir que el levantamiento popular del 19 y 20 de diciembre fueron jornadas revolucionarias protagonizadas esencialmente por el pueblo pobre, los trabajadores desocupados y las clases medias urbanas.
Miles de pobladores y familias en la miseria absoluta, desesperados, simultáneamente en 11 provincias se agolparon frente a los supermercados en busca de alimentos. En aquel momento complotaban el peronismo, el alfonsinismo y la UIA contra De la Rúa y el plan de convertibilidad. El PJ encabezado por Duhalde y la Liga de Gobernadores, se había preparado para un recambio institucional. Por eso habían impuesto a Ramón Puerta en la presidencia del Senado para cubrir la acefalía que había dejado la renuncia de Chacho Álvarez.
Años después, el fantasma continuó y, ante cualquier situación de crisis, los argentinos parecían ver saqueos y helicópteros en un horizonte próximo. En ese sentido, parece que país se encuentra en un eterno retorno. Tras los hechos de este jueves por el tratamiento de la Reforma Previsional, organismos de Derechos Humanos lamentaron: “Hoy nos tocó vivir una jornada represiva que nos hizo rememorar las trágicas jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001″, frase que se replicaba en todos los sectores de la sociedad al ver las imágenes de represión que convirtieron la zona del Congreso en un campo de batalla.
“Desde 2001 no hay una represión de este tipo”, expresó la gente. Por entonces, en medio del grito “Que se vayan todos”, hoy “con los jubilados, no”. 16 años después, persiste el miedo. (AIM)